Me pasa
Ángel Martín Oro del Instituto Juan de Mariana un más que interesante artículo publicado originalmente en
The Freeman que nos ha traducido. ¿El Estado de Bienestar ayuda a los pobres? Pues he aquí una imprescindible consideración, concretamente la primera de dos partes en que divido la publicación del artículo:
¿DISMINUYE EL ESTADO DE BIENESTAR LA POBREZA?Howard Baetjer Jr.Publicado en ‘The Freeman: Ideas on Liberty’ - Abril 1984, Vol. 34 No. 4
¿La ayuda gubernamental a los pobres disminuye la cantidad de pobreza? Que sí la disminuye es una idea que está en la raíz de los grandes programas antipobreza de nuestra nación. De hecho, estos programas eran instituidos con el propósito de hacerlos desaparecer. [..]
La afirmación de que el estado del bienestar ayuda a los pobres también explica por
qué tanta gente hoy rechaza en la práctica la vieja idea del liberalismo clásico de que el gobierno no debería tener favoritismos: que la fuerza de la ley no debería ser usada para beneficiar a alguna gente a expensas de otra. Mientras ellos reconocen, y quizás lamentan que el estado del bienestar implique que la fuerza de la ley beneficie a algunos (a aquellos considerados pobres) a expensas de otros (todos los demás), ellos piensan que violar este principio está justificado, ya que el estado del bienestar disminuye las necesidades. Pero, ¿es esta afirmación cierta? ¿Realmente el estado del bienestar ayuda a resolver el problema de la pobreza?
Hay buenas razones para creer que no. Lo que es peor, hay importantes evidencias de que el estado del bienestar obstaculiza el progreso en contra de la pobreza. En nuestro país, el estado del bienestar parece haber incrementado la pobreza. Lo que sigue es un breve resumen de las ideas y evidencias que llevan a esta sorprendente conclusión. Haríamos bien en considerarla seriamente, porque en caso de que sea cierta, nuestra política nacional contra la pobreza está provocando un gran perjuicio a aquellos que pretende ayudar. En palabras de Walter Williams, profesor de economía en la Universidad George Mason, “las medidas compasivas para los más pobres requieren un análisis desapasionado” de los efectos de esas políticas. El análisis del estado del bienestar muestra que éstas son un problema, y no una solución.
- Tres Pautas para el Análisis
Cuando uno considera el problema de la pobreza, se deberían tener tres verdades básicas en mente.
La primera es obvia: la pobreza sólo es superada cuando las personas son económicamente independientes. No es suficiente que estén viviendo durante un periodo de tiempo en unas condiciones aceptables si permanecen dependientes, de la misma forma que uno no está curado de una enfermedad cuando está tomando la medicina que elimina sus síntomas. Así, un objetivo esencial de cualquier programa contra la pobreza debe ser maximizar la autosuficiencia.
La segunda verdad básica queda clara sólo tras pensar un poco: la prosperidad depende de la producción. A no ser que los bienes físicos sean producidos en primer lugar, y luego intercambiados como sea necesario, no puede haber prosperidad para nadie. Si esta cantidad de bienes no se aumenta constantemente, es imposible conseguir mayores niveles de riqueza para todos. Todo lo demás igual, cuantos más bienes haya, por ejemplo: alimentos, viviendas, medicinas, luz eléctrica, zapatos, calentadores de agua, etc. existirá menos insuficiencia, y tenderá a haber menos pobreza. (Por supuesto las cosas no siempre son iguales, y gente diferente acaba con diferentes cantidades de estos bienes, pero este principio permanece así de todas maneras: si no hay suficiente comida para todos, algo de pobreza es inevitable. En el otro extremo, si los bienes llegaran a ser sobreabundantes, su precio se acercaría a cero y los más pobres se podrían permitir cualquier cosa). Así, un importante medio para reducir la pobreza es incrementar la producción.
La tercera verdad tiene que ver más con el método, esto es, parafraseando a Henry Hazlitt: la buena economía mira más allá de las consecuencias obvias y de corto plazo para ver las consecuencias de largo plazo y las que están escondidas. Aplicando esta idea a los programas de bienestar, debemos mirar más allá de las ventajas inmediatas que esos programas tienen sobre los receptores –cupones de alimentos, medicaid, aumentos en los ingresos, etc.- y ver otros efectos del estado de bienestar en su conjunto. Por ejemplo, cómo los programas de bienestar afectan al empleo, a los salarios, la productividad y los precios (todo ello importante para los pobres).
Con estas verdades en mente, antes de mirar ninguna estadística, veamos algunos efectos indirectos que esperaríamos que se produjeran debido al estado del bienestar.
- Efectos predecibles del estado del bienestar
Una primera observación es que los incentivos asociados con el estado del bienestar tienden hacia resultados no deseados (no es que causen necesariamente estos resultados, sino que producen una tendencia hacia esa dirección). Los beneficios van hacia gente que, por varias razones, son relativamente improductivos, mientras que los fondos que les llegan, a través de impuestos, provienen de gente que es relativamente productiva. Ya sabemos que para los seres humanos, los beneficios son incentivos positivos mientras que los impuestos son negativos. Así, el sistema del bienestar tiende a fomentar la improductividad y desincentiva la productividad. Una persona que pudiera ganar solo unos pocos dólares más a la semana trabajando que aprovechándose del sistema de bienestar, tiene un incentivo para no trabajar. Por consiguiente, el estado de bienestar tiende a disminuir tanto la autodependencia, ya que lleva a más gente a aceptar el desempleo, como la producción, ya que el potencial productivo de esa gente no se convierte en bienes. El efecto puede no ser muy notable, pero es algo a tener en cuenta.
Desde un punto de vista estrictamente económico, debemos mirar más allá de los beneficios visibles del estado del bienestar y compararlos con otros efectos positivos que podrían haber ocurrido en ausencia del mismo, pero que no pueden ocurrir en su presencia. Como ejemplo, tengan en cuenta que los billones de dólares que van dirigidos al sistema del bienestar, ya no están disponibles para otros usos –como por ejemplo la inversión. Muchos dólares gastados en asistencia social habrían sido invertidos en nuevas herramientas, nuevos edificios, etc. Esta inversión habría tenido efectos positivos creando nuevas oportunidades de empleo y aumentando la productividad. Sin embargo, con el estado del bienestar estos estímulos hacia una mayor autosuficiencia y producción nunca se producen.
Un efecto final que podríamos esperar del estado del bienestar, teniendo en cuenta cómo los seres humanos nos comportamos, es la ineficiencia y el despilfarro. Éste es un fenómeno que podríamos llamar “fallo del gobierno”: la incapacidad inherente del gobierno de hacer nada bien. Los burócratas cobran a través de ingresos impositivos, que son recaudados independientemente de que la burocracia haga un buen trabajo o no, con lo que hay pocos incentivos para que mantengan una buena calidad. Ya que la cantidad de dinero que reciben de los contribuyentes depende del tamaño y la importancia de sus programas, los burócratas tienen un incentivo para expandir las cifras de sus programas, y para encontrar nuevas razones por las que incrementar los fondos que manejan. Ya que la asignación de los fondos debe ser por norma, se genera gran cantidad de tiempo y papeleo, y apenas hay oportunidad para que el juicio individual identifique cuánto merece quién.