El Faraón Gallardón lleva ya unas semanitas dedicando sus días a cortar las cintas inaugurales de las obras de su reino. Esas que nos han tenido amargados a los madrileños durante años y que durante años nos van a seguir amargando: "en la próxima legislatura lo que toca es poner guapa la ciudad" viene anunciando a bombo y platillo.
Lo incomprensible es que el tipo siga arrasando en las elecciones. "Tiene la ciudad muy bonita", suele ser el argumento de los gallardonistas furibundos, esos que tras acordarse de sus más lejanos ancestros cada mañana desde cualquier rincón de la M-30, o 40, o 50, o 60... caen y reacaen una y otra vez en un exagerado síndrome de estocolmo.
Bueno, pues ahora resulta que después de tantos años las obras son además un bodrio de mucho cuidado que, nada más ser estrenadas, se nos encharcan con cuatro gotas...
El colmo de los colmos, o sea.
Y encima del otro lado, nos sale el "liberal" de Sebastián prometiendo convertir la Gran Vía en peatonal. Dios qué cruz...
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