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Como no está ahora uno para ponerse a gastar neuronas buscando argumentos sesudos, y mucho menos para tratar de convencer a nadie de nada, dejo dicho de antemano que mis argumenos son de una futilidad sin límites, absurdos incluso, tanto, que casi pueden hacerle a uno feliz y todo. Así que ya pueden dejar de leer los que anden tratando de cazar argumentos racionales. No obstante, como a uno tampoco le gusta decepcionar al personal, puede el que en tal caso se encontrare pasearse un rato por
aquí, o por
aquí, o por
aquí.
Ahí van mis propuestas:
Repicar con el sóngoro cosongo, morirse de sed en los desiertos de John Ford, mirar con los ojos de Borges, que son acaso los de Homero, y tratar de descifrar el laberinto, besar a la primera que nos mienta diciendo que no se irá, seguir sangrando por la herida que dejaron todas las que hasta entonces dijeron lo mismo, pedirles encarecidamente perdón a las que prometimos no irnos nunca, beber en la mejor mesa del Rick´s Café, ver House, levantarse y andar, como Lázaro, camino de nada, como Krahe, naufragar con Corto Maltés en los mares del Sur, resignarse a ser marinero en tierra, bajar al bar de la esquina, subir la cuesta Moyano, piratear todos los discos de Ramoncín y rayarlos y tirarlos a la basura, cortarle las orejas y el rabo al toro que está esperando ya a José Tomás, quemar el Ministerio de Hacienda, piruetear como el bufón de la Sonatina de Rubén, mear en el Café Gijón, por ver si se pega algo, cabalgar con John Wayne, disparar con Clint Eastwood, oler las flores del mal de Baudelaire, llorar con José Alfredo, que sigue siendo el rey de los amigos del hombre, reír con Sabina, atarse a la columna de Umbral, encender y apagar una y otra vez las luces de casa en humilde homenaje al fascismo ecologista, conducir con Alonso al ras de las calles de Mónaco, volver a reír con José Alfredo y a llorar con Sabina (o era al revés…), discriminar negativamente en base a lo que a uno le dé la gana, acampar en la Puerta del Sol, comer, joder y caminar con Camilo José Cela, sacarse en Las Ventas una barrera del 9 y tirar almohadillas a los del 7, malditos sean, olvidar con Humphrey Bogart, recordar con Audrey Hepburn, meterse las manos en los bolsillos como nadie en el mundo, que eso es Madrid, presumir de tener un amigo gay, coger el Diccionario, presumir de tener un amigo negro, volar en el Metro y comprobar que los frikis vienen arrasando, salir a perder el tiempo en busca del tiempo perdido, fumar a la cara de la señora Salgado, consumir, traficar en el bendito mercado negro, bajarse en Atocha, dar plantón a Godot, gastar en el top manta, cantar una ranchera, recitar un bolero, tararear un tango, saber que en inglés se dice “daydream”, robar a los agricultores europeos, viajar a París a oler la lluvia que decía Sabrina y pedalear hasta Tombuctú, pensar que uno es feliz, tratar de convencerse, no cortarse las venas al comprobar que no y conformarse con haberlo sido alguna vez, mirarle el culo a la vida, y si se vuelve y nos sonríe no dejarla escapar, volver a volver a empezar, recetar laxantes a los socialistas de todos los partidos para que saquen lo mejor de sí, patearse el Rastro recordando el optimismo gordo de Ramón y comprar algún cachivache, concertar una cita con las musas y sentarse a esperarlas, respirar los campos de Castilla, mirar el mar, el mar, y no pensar en nada, mentir piadosamente, soñar con Billy Wilder, romancear la mejor historia de España con Campmany, señalar con el dedo a los que lleven camisetas del Ché, levantarse y volverse a agachar en el patio de casa, quitarse la máscara, sacar al balcón la bandera pirata, mojar los periódicos, engordar la biblioteca, apagar la televisión, triturar la radio, ir al cine a ver algo de fuera, atreverse a decir que Almodóvar ya no escandaliza a nadie, contratar un crucero que haga escala en Ítaca, dejarse seducir por las sirenas, conseguir olvidarlo de una maldita vez, montar un botellón en la Plaza de la Villa, revivir Macondo, rescatar Venecia, respirar Madrid, no prestar atención, correr sin rumbo cierto… cualquier cosa, en fin, mejor que confiar el voto a cualquiera de esos que gritan por la tele.
PS: Vivo, sufro y disfruto en Madrid (o Madrí, o Madriz, que decimos aquí, para desesperación de Borges). Si viviera y sufriera en el País Vasco no sé si pensaría lo mismo. Seguramente, no.
PSS: La foto con la que ilustro el post es de Chema Madoz, uno de los poquísimos artistas españoles dignos de ser seguidos hoy en día.