viernes, mayo 25, 2007

Un voto contra la democracia

En los tiempos que corren atacar el sistema denominado democrático es todo una herejía política. Nadie, ni por asomo, se atreve a cuestionar la validez o incluso la legitimidad del modelo. A lo sumo cuando las críticas arrecian desde filas no políticas se pueden contar sin dificultad los segundos que alguien tarda en aludir a Winston Churchill quien dijo que la democracia es el peor de los sistemas políticos, si exceptuamos todos los demás. Cual fórmula mágica tal llamada de autoridad despeja de un plumazo cualquier halo de dudas sobre la democracia.

El liberalismo se interesa no por quién gobierna sino cuánto y cómo lo hace. Desde ese punto de vista un rey absolutista que apenas confiscara el diez por ciento de nuestra renta sería preferible a un político profesional del saqueo como los que sufrimos hoy día. A este respecto es muy instructiva por lo que tiene de sugerente la obra Monarquía, Democracia y Orden natural de Hans Hoppe. No hay que tomarse al pié de la letra la obra de Hoppe sino leer entre líneas lo que de ella podamos extraer. La acerada crítica al dios democrático es necesario porque es una ilusión de la que casi nadie ha conseguido desprenderse o al menos ha podido observarlo con mediana objetividad.
Desde el liberalismo radical el modelo democrático plantea, como poco, dudas muy serias, y en último término podría impugnarse por entero. Siendo ajustado resaltar la desconexión entre democracia y libertad lo que aquí pretendemos es salvar de la democracia lo que se pueda. Para ello seguiremos el espíritu de Rothbard y hasta de Lysander Spooner.
Decía acertadamente el anarco-individualista Spooner que la democracia es como una guerra en la que a uno le han metido sin su consentimiento. Lo que debemos analizar es qué postura sería adecuada una vez inmersos en la batalla democrática. Spooner realizaba la analogía entre un voto (el de cada individuo con derecho a ello) y un arma que le dan al soldado para luchar en la guerra. Nuestro libertario lo era a conciencia pero tenía claro que una actitud pacifista en la guerra democrática no el iba a salvar el pellejo así que decidió apostar por asir el fusil y disparar al enemigo. Y es que no hay que confundir la legítima defensa con un vacuo respaldo de la democracia. Spooner no era un demócrata pero tampoco era tonto.
Por su parte Rothbard también se preocupó de la democracia. Como Spooner, él también era un libertario pero aún así creyó oportuno involucrarse de pleno en la creación del Libertarian Party, el cual vio la luz en 1971 y que es a día de hoy el tercer partido de EE.UU. (si bien a una distancia sideral de los dos grandes) y la única referencia liberal-libertaria con la honrosísima excepción de Ron Paul (quien fue candidato del LP en 1988). Rothbard no veía con malos ojos la participación del liberal en política siempre y cuando no perdiese nunca de vista el objetivo último que no es otro que la Libertad. Sería legítimo votar una propuesta legislativa siempre y cuando ésta fuera en la dirección correcta y no supusiera una venta de los principios a cambio de una coyuntural medida liberal.
Nosotros podemos reformular la postura liberal respecto del “derecho” de voto. Así, apoyándonos en Spooner nos podemos despojar de toda carga moral antiliberal de respaldo de la democracia. Recordemos que nacimos en mitad de la batalla y que defendernos del enemigo es un derecho natural de todo individuo y por lo tanto en ningún caso se puede asimilar a un apoyo al sistema. Y en segundo lugar acotamos las posibilidades de voto liberal a las medidas o candidaturas cuya propuesta sean más perjudiciales para la propia democracia que la abstención. Votar por Ron Paul como Presidente de los EE.UU. es mejor que quedarse en casa porque su propuesta medra al sistema más que nuestra abstención.
Ahora bien, dicho esto hemos de aclarar que en nuestro país al no existir ninguna candidatura liberal lo más coherente con la exposición anterior es la abstención ya que en este caso, por desgracia, dicha postura hace más por la libertad que un posible apoyo a cualquier candidato pretendidamente liberal que no pasa de socialdemócrata camuflado.

Aquí.

4 comentarios:

Stewie Griffin dijo...

Coincido con la idea del artículo, ahora bien sigueiendo ese razonamiento, ¿no creeis que es mejor votar al PP aunque no nos guste ni su europeismo socialista ni muchos de sus dirigentes?.

Si los que nos oponemos al tirano de la moncloa no le damos una buena paliza en las elecciones se sentira legitimado y continuara con su programa antiliberal y abiertamente totalitario.

Primero acabar con ZP politicamente, luego ya habra tiempo de castigar al PP por su politica proestado del bienestar. Al menos asi lo veo yo... el se debe frotar las manos al leer post como este.

Anónimo dijo...

También se las debe frotar rajoy cuando lee comentarios como ese, y no me parece mejor situación.

alberto.djusto dijo...
Este comentario ha sido eliminado por el autor.
alberto.djusto dijo...

Stewie, no creo en absoluto que sacar a ZP y colocar a Rajoy nos vaya a sacar de pobres. Votar al PP siginificaría continuar respaldando un sistema contrario de todo punto a los principios liberal/libertarios.

La idea del artículo es no votar salvo que ese candidato de verdad vaya a desmantelar el estado.