Se lo dijo Cela, que andaba algo resfriado por entonces, a la reina de Suecia tras la ceremonia del Nobel, “¿qué tal, don Camilo José?”, “pues ya ve, su majestad, jodido, pero contento”. Y así ando yo, como tantos otros. Lo primero, a causa de los exámenes. Lo segundo, por imperativo moral, supongo.
El caso es que a uno se le hace en estas fechas algo difícil ponerse a escribir, pero como por las tardes me regaña Alberto, amigo y compañero de blog, cuando me lo encuentro en la biblioteca y este gobierno nuestro no hace más que darnos temas a modo de plato al que tirar a dar en las tardes de domingo, no he tenido excusa para no sentarme a redactar algo.
En esta ocasión, el desbarro gubernamental viene de parte de una mujer que atiende al nombre de María José Navarro, noble senadora maña y portavoz sociata en la Comisión de Cultura de la alta casa para más señas. Pasaremos por alto hacer gracietas con su cargo, que tiene bemoles que aquéllo exista, e iremos directos al grano que en salva sea la parte quiere ponernos la susodicha a modo de obligación de tributar –arriba las manos y venga esas pelas, o sea- a la hora de realizar apuestas vía Internet. Más concretamente, a cómo, sin darse cuenta, convirtió su alegato en defensa de la medida en toda una síntesis del sacrosanto Mester de Progresía.
Fueron 413 los millones de euros que el año pasado apostaron on line los españoles, estimándose que en 2007 este dato pueda llegar hasta los 600 millones. Ante tal cifra, una persona digna y normal –de la calle, dicen los cursis- no se pararía mucho tiempo, a no ser que esa persona digna y normal sea sociólogo y quiera estudiar el caso, o empresario y quiera montar una timba cibernética. Sin embargo, el burócrata de turno, en este caso la burócrata – lástima que no haya manera de feminizar aún más el sustantivo, maldito castellano-, persona por tanto indigna y anormal, queda asombrada, se tira de los pelos y lanza a la más escandalosa manera de “a Dios pongo por testigo…” que se trata de «una gran cantidad de dinero jugada en Internet por la que el Estado no recauda ninguna cantidad» debido a la falta de regulación y a que las empresas que las gestionan tienen su domicilio social «en paraísos fiscales, en clara competencia con empresas tradicionales de juego que pagan sus impuestos», lo cual, claro está, nos descubre una situación a la que hay que poner límite de inmediato. ¿Miles de ciudadanos libres moviendo su dinero sin dar cuenta a nadie? Sálvenos Alá.
Ciudadanos libres he dicho, sí. Y esto no es lo más preocupante porque el ejercicio de la apuesta on line resulta que, además de libre, es cómodo, quedando así reconocido en la propia exposición de motivos de la senadora (»apostar on line es fácil para cualquier usuario de Internet», sin necesidad de desplazarse y «durante las 24 horas del día») lo cual para María José –estoy ya por llamarla Marijose- debe ser el colmo de los colmos, el centro de la perdición, el nuevo pecado capital del hombre moderno quien para pecar de él no necesita «ni tan siquiera proponérselo» debido a que los internautas reciben «incitaciones al juego bajo el acicate de obtener elevados premios económicos a cambio de muy poco esfuerzo».
Todo pecado necesita un firme propósito de enmienda, como todo pecador un atento y dispuesto salvador de almas impuras y, ¿quién mejor para ello que los hombres y las mujeres de nuestro querido gobierno?, ¿quién sino los sabios y benefactores hombres y mujeres encargados de mover las piezas de la maquinaria estatal para frenar el «grave riesgo para victimas inocentes», tales como los pobrecitos menores de edad, los adultos con problemas de ludopatía y «muchas familias” –hago aquí un inciso para sonarme y desempañar mis ojos- “que pierden sus ahorros en un intento de mejorar su economía doméstica»?
Nunca estaremos, en fin, lo suficientemente agradecidos a todos aquéllos que no dedican sus días y sus noches más que a velar por los intereses de todos nosotros, ciudadanos perversos y egoístas, incapaces de por vida de apreciar lo mucho que les debemos.
Por cierto, ¿se apuestan conmigo algo a que la protagonista de este artículo, a la sazón, les recuerdo, portavoz de la comisión de cultura socialista en el Senado, es incapaz de ganar un quesito al Trivial? Menos mal que le salvan, como a tantos, sus buenas intenciones…
El caso es que a uno se le hace en estas fechas algo difícil ponerse a escribir, pero como por las tardes me regaña Alberto, amigo y compañero de blog, cuando me lo encuentro en la biblioteca y este gobierno nuestro no hace más que darnos temas a modo de plato al que tirar a dar en las tardes de domingo, no he tenido excusa para no sentarme a redactar algo.
En esta ocasión, el desbarro gubernamental viene de parte de una mujer que atiende al nombre de María José Navarro, noble senadora maña y portavoz sociata en la Comisión de Cultura de la alta casa para más señas. Pasaremos por alto hacer gracietas con su cargo, que tiene bemoles que aquéllo exista, e iremos directos al grano que en salva sea la parte quiere ponernos la susodicha a modo de obligación de tributar –arriba las manos y venga esas pelas, o sea- a la hora de realizar apuestas vía Internet. Más concretamente, a cómo, sin darse cuenta, convirtió su alegato en defensa de la medida en toda una síntesis del sacrosanto Mester de Progresía.
Fueron 413 los millones de euros que el año pasado apostaron on line los españoles, estimándose que en 2007 este dato pueda llegar hasta los 600 millones. Ante tal cifra, una persona digna y normal –de la calle, dicen los cursis- no se pararía mucho tiempo, a no ser que esa persona digna y normal sea sociólogo y quiera estudiar el caso, o empresario y quiera montar una timba cibernética. Sin embargo, el burócrata de turno, en este caso la burócrata – lástima que no haya manera de feminizar aún más el sustantivo, maldito castellano-, persona por tanto indigna y anormal, queda asombrada, se tira de los pelos y lanza a la más escandalosa manera de “a Dios pongo por testigo…” que se trata de «una gran cantidad de dinero jugada en Internet por la que el Estado no recauda ninguna cantidad» debido a la falta de regulación y a que las empresas que las gestionan tienen su domicilio social «en paraísos fiscales, en clara competencia con empresas tradicionales de juego que pagan sus impuestos», lo cual, claro está, nos descubre una situación a la que hay que poner límite de inmediato. ¿Miles de ciudadanos libres moviendo su dinero sin dar cuenta a nadie? Sálvenos Alá.
Ciudadanos libres he dicho, sí. Y esto no es lo más preocupante porque el ejercicio de la apuesta on line resulta que, además de libre, es cómodo, quedando así reconocido en la propia exposición de motivos de la senadora (»apostar on line es fácil para cualquier usuario de Internet», sin necesidad de desplazarse y «durante las 24 horas del día») lo cual para María José –estoy ya por llamarla Marijose- debe ser el colmo de los colmos, el centro de la perdición, el nuevo pecado capital del hombre moderno quien para pecar de él no necesita «ni tan siquiera proponérselo» debido a que los internautas reciben «incitaciones al juego bajo el acicate de obtener elevados premios económicos a cambio de muy poco esfuerzo».
Todo pecado necesita un firme propósito de enmienda, como todo pecador un atento y dispuesto salvador de almas impuras y, ¿quién mejor para ello que los hombres y las mujeres de nuestro querido gobierno?, ¿quién sino los sabios y benefactores hombres y mujeres encargados de mover las piezas de la maquinaria estatal para frenar el «grave riesgo para victimas inocentes», tales como los pobrecitos menores de edad, los adultos con problemas de ludopatía y «muchas familias” –hago aquí un inciso para sonarme y desempañar mis ojos- “que pierden sus ahorros en un intento de mejorar su economía doméstica»?
Nunca estaremos, en fin, lo suficientemente agradecidos a todos aquéllos que no dedican sus días y sus noches más que a velar por los intereses de todos nosotros, ciudadanos perversos y egoístas, incapaces de por vida de apreciar lo mucho que les debemos.
Por cierto, ¿se apuestan conmigo algo a que la protagonista de este artículo, a la sazón, les recuerdo, portavoz de la comisión de cultura socialista en el Senado, es incapaz de ganar un quesito al Trivial? Menos mal que le salvan, como a tantos, sus buenas intenciones…
2 comentarios:
Tu querida Marijose ha encontrado un lugar en el cual no mete mano el gobierno. Un lugar del que podría sacar tajada en nombre del paternalismo. Ese paternalismo o tutelamiento del ciudadano. Como si la ciudadanía no hubiera cumplido la mayoría de edad hace tiempo.
Se podrán escudar diciendo que el mercado no está regulado. La pregunta que me viene a la cabeza es el significado al verbo regular que le da la iluminada señora.
Nunca había apostado por Internet. Gracias a la tal Marijose he cogido unos ahorrillos y voy a darles una vuelta por las casas de apuestas antes de que esta gentuza quiera sacar tajada.
Un saludo.
Juan
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