viernes, enero 12, 2007

MARIANO Y ZP, TOCADOS POR DOLORES

Que la clase política española da un asquito especial es algo ya conocido por todo hijo de vecino con dos dedos de frente y un paladar lo suficientemente sensible como para distinguir un churro del sobaco del churrero.
Lo que no está tan claro es si los españoles nos merecemos o no a los políticos que tenemos. Si son o no el reflejo en el que mirarnos. Personalmente, me resisto a aceptar que sí. Y lo hago, primero por instinto y el mínimo de amor propio que debe tener uno siempre para poder tirar hacia delante; y segundo, porque de cuando en cuando son tales los cortes de manga que tienen que aguantar los politicuchos que uno no tiene por más que recuperar la confianza tantas veces perdida en una sociedad como la española.
Cuando hablo de cortes de manga me refiero, claro está, a aquellos hechos con la suficiente elegancia y solemnidad como para ser tomados en cuenta, que podrán ser más o menos descarados, pero que en el fondo muestran con enorme nitidez el desprecio con que los ciudadanos tratamos a los que viven diciendo ser nuestros representantes.
Buena muestra de corte de manga descarado fue el que los ciudadanos de Cataluña dedicaron a los abanderados de la independencia y el “tremendo sentimiento nacional” que se respiraba por aquellas tierras. Aquello, a decir verdad, más que un corte mangas fue una tremenda patada en la espinilla, un rotundo codazo en las narices, un jugoso escupitajo en plena cara, incluso aquel “hachazo terrible y homicida” que cantaba Miguel Hernández que, para colmo, fue repetido, con más clamor si cabe, en las elecciones autonómicas.
El de hoy, sin embargo, es mucho más sutil, pero no por ello menos significativo, y es que resulta que, con la que está cayendo, con la de titulares dedicados a las declaraciones de unos y otros sobre una manifestación trampa (en la que los tramposos han atrapado a los que pretendían atrapar a los atrapadores: ¿cuándo aprenderán?), con la de noticias destinadas a desentrañar la mano que mueve los hilos, con la de “procesos de paz” y “accidentes” que se dan y pueden darse, resulta, decía, que los españoles bien informados (los que acuden a leer los diarios, al menos) no hacen más que clickar para ver las fotos de una concejal de Lepe en pelotas. Toma ya. Ahí está, en el primer puesto de las noticias más leídas.
Quítense de en medio las cejas tiesas de Zapatero, cállese la boca peluda de don Mariano, apáguese el hedor del jersey de todos los Oteguis y entren a escena los muslos y el pechámen de una funcionaria de pueblo, que se presenta ante sus paisanos con el único fin de alegrarles la vida, de poner una algo de color en la escena con las fotos blanquinegras de su serrana figura.
Ella, Dolores, que así se llama, una chica que quiso llegar a ser la miss más admirada de su pueblo, la oficinista que quiso dar el salto al mundo de las barbies superstar, resulta que se ha convertido en la metáfora de la España de hoy. En la pelota con que cargar el tirachinas con que todo buen ciudadano debe pasarse el día apuntando a los chupópteros del politiqueo.

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