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Un cubano de bien, de nombre Miguel Valdés, ha muerto
hoy sin haber podido ver limpia y en paz la isla -su isla- en la que ha encontrado la muerte. Uno más, y ya son tantos..., de todos los que han tenido que sufrir los latigazos de la dictadura de Castro. Esperemos que sea el último, y confiemos en que se pudran al fin las barbas, cada día más canosas, de una revolución oscura y putrefacta.
Descanse en la paz que aquí con tanto ahínco se le negó, Miguel Valdés.
Bendito sea.
Él, y todos los que como él sufren o sufrieron por jugárselo todo, ante el envite "socialismo o muerte", a la segunda de las cartas.
Ya queda poco. Here comes the sun...
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