Con el precio del crudo en máximos históricos y una acuciante crisis energértica, es indudable que la cuestión se ha vuelto un arma política de primer orden. En las primarias americanas la cuestión, por supuesto, ha salido a debate con fuerza. Mientras
Clinton sorprendentemente se acabó mostrando a favor de reducir los impuestos al gas, igual que McCain, Obama ha sido el candidato, entre otras cosas, favorable a incrementar los impuestos al gas. En 1980, la administración demócrata Carter impuso un impuesto, valga la redundancia, sobre los beneficios de las petroleras. Y éste fue el resultado:
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La producción nacional se redujo hasta un 6%, incrementándose hasta el 16% la dependencia del exterior. Por supuesto, los impuestos recolectados no se incrementaron. Una idea brillante.
Tanto como la de Rafael Correa en Ecuador de aumentar los impuestos a los beneficios extraordinarios de las petroleras ¡del 50% al 99%!
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